Disruptores endocrinos
Se considera disruptor endocrino cualquier sustancia química exógena, o mezcla de sustancias, que altera la función del sistema endocrino y, por tanto, causa efectos adversos sobre la salud en un organismo, en su progenie o en una población(1). Los disruptores endocrinos puede actuar mediante diferentes mecanismos(2) que se recogen en la tabla 1.
Para comprender el reto que los estudios en disrupción endocrina han supuesto para la toxicología reguladora y la investigación en los efectos en salud humana, hay que tener en cuenta ciertas características propias de los disruptores endocrinos(3):
- La exposición puede ocurrir en cualquier etapa de la vida, aunque se han reconocido períodos de especial vulnerabilidad, como las etapas pre- y perinatales, la primera infancia y la etapa prepuberal, en las que el sistema endocrino en desarrollo es especialmente susceptible a la influencia de los disruptores endocrinos.
- Por lo general, existe cierta latencia entre el momento de la exposición a disruptores endocrinos y sus efectos adversos, de manera que la exposición en la infancia o durante el embarazo puede tener consecuencias negativas en la vida adulta.
- Se trata de un grupo muy heterogéneo de moléculas, generalmente pequeñas, mayormente de origen sintético, derivadas del petróleo, que actúan en bajas dosis y de forma combinada con las hormonas endógenas, lo cual impide determinar una dosis mínima de efecto.
- Las curvas dosis-respuesta muestran, en la mayoría de los casos, un patrón no lineal, sin que exista una relación proporcional entre la dosis de exposición y la magnitud del efecto, lo que da lugar, en ocasiones, a patrones en U invertida.
- La exposición ocurre simultáneamente a mezclas de disruptores endocrinos, por lo que son predecibles acciones sinérgicas, antagónicas o aditivas.
La lista de disruptores endocrinos es muy amplia e incluye compuestos de uso industrial y agrícola, como los plaguicidas; componentes del plástico, como el bisfenol A (BPA) y los ftalatos; ingredientes de productos de cuidado personal y cosméticos, como los parabenos y las benzofenonas (filtros ultravioleta); sustancias antiadherentes, como las sustancias perfluoradas (PFAS); retardantes de llama, como los éteres de difenilo polibromados (PBDE); y metales no esenciales, como el cadmio. Como es de esperar, la exposición a disruptores endocrinos en la población general es ubicua y ocurre de forma inadvertida a través de múltiples vías de exposición, y la dieta es una de las más importantes. Numerosos disruptores endocrinos atraviesan la placenta(4,5) y son excretados a través la leche materna(6-8), vehiculizando la exposición a estas sustancias durante etapas críticas del desarrollo. Además, se han identificado otras fuentes de exposición particularmente relevantes para los niños, como productos textiles(9), dispositivos médicos(10) y polvo doméstico(11).
Los disruptores endocrinos pueden clasificarse en persistentes y no persistentes. Algunos disruptores endocrinos se incluyen entre los compuestos orgánicos persistentes, que permanecen en el ambiente y en los organismos expuestos durante largos períodos de tiempo y están regulados bajo el Convenio de Estocolmo. Por su naturaleza lipofílica, los compuestos orgánicos persistentes se almacenan en el tejido adiposo, se metabolizan lentamente y tienden a acumularse en el organismo. Pertenecen a este grupo los pesticidas organoclorados, como el diclorodifeniltricloroetano y el hexaclorobenceno, prohibidos desde hace años en el mundo occidental, las dioxinas, los bifenilos policlorados y los retardantes de llama (o PBDE). Más recientemente se han incorporado los compuestos perfluorados (o PFAS), que, aunque no se acumulan en el tejido adiposo, también son de muy difícil metabolismo. Los disruptores endocrinos no persistentes se caracterizan por su vida media corta en el organismo, debido a un menor peso molecular que los compuestos orgánicos persistentes y a una menor afinidad por el tejido adiposo. Son, en general, compuestos hidrosolubles que se metabolizan en pocas horas y se eliminan por vía renal. Pertenecen a este grupo una gran variedad de disruptores endocrinos, como los bisfenoles, los ftalatos, los parabenos, las benzofenonas y los pesticidas modernos.
Disruptores endocrinos y salud maternoinfantil
A lo largo de las últimas décadas se han descrito múltiples efectos adversos en salud humana ligados a la exposición a disruptores endocrinos, como mayor riesgo de cáncer dependiente de las hormonas (testículo, mama y próstata) y alteraciones de la función reproductiva masculina y femenina (infertilidad, peor calidad seminal, endometriosis, etc.). La exposición a los disruptores endocrinos afecta de manera especial a la población pediátrica, que se expone a estos compuestos desde la etapa embrionaria en mayor proporción que los adultos y durante etapas especialmente sensibles, como ya se ha mencionado. La exposición maternoinfantil a disruptores endocrinos, tanto persistentes como no persistentes, se ha relacionado con diversas consecuencias negativas en la salud y el desarrollo de los niños, incluyendo bajo peso al nacer, prematuridad, mayor riesgo de obesidad y alteraciones cardiometabólicas, disfunción tiroidea, alteraciones del neurodesarrollo y efectos inmunitarios. De forma particular, se ha sugerido que la exposición prenatal o posnatal a PFAS aumenta el riesgo de diabetes gestacional, bajo peso al nacer y obesidad infantil; la exposición a BPA se relaciona con obesidad y alteraciones conductuales en la infancia y la adolescencia; la exposición prenatal a ftalatos, con mayor riesgo de nacimiento prematuro, menor distancia anogenital en los varones, obesidad infantil e intolerancia a la glucosa; y la exposición prenatal a BPA, insecticidas organofosforados y PBDE, con déficit cognitivo y problemas de atención(12).
Gracias a la puesta en marcha del proyecto Infancia y Medio Ambiente (INMA), estudio multicéntrico de cohortes de nacimiento que se realiza en diferentes áreas geográficas de España (www.proyectoinma.org), nuestro grupo de investigación ha aportado un amplio conjunto de hallazgos sobre el impacto de los disruptores endocrinos sobre la salud y el desarrollo infantil y del adolescente, resumidos a continuación:
- Exposición infantil a pesticidas no persistentes, como organofosforados, piretroides y fungicidas, y exposición prenatal a ftalatos y bisfenol A asociado con alteraciones en el desarrollo puberal(13-16). En la figura 1 se presentan los datos de los metabolitos de los diferentes pesticidas, la cohorte a la que pertenecen y las edades de recogida de la orina.
- Exposición a PFAS, BPA, parabenos y pesticidas no persistentes asociado con alteraciones en los niveles circulantes de hormonas sexuales(17-20), incluyendo kisspeptina(21), de niños y adolescentes.
- Exposición temprana a pesticidas no persistentes, metales pesados, BPA y otros fenoles, asociado con alteraciones del neurodesarrollo(5,22-24).
- Exposición infantil a BPA asociada con mayor riesgo de obesidad(25).
- Exposición prenatal a pesticidas organoclorados y exposición de adolescentes a PFAS asociado con alteración de la función tiroidea(26-29.
• Exposición prenatal a metales, pesticidas organoclorados y BPA asociado con bajo peso al nacer y riesgo de malformaciones urogenitales (criptorquidia e hipospadias)(4,30,31).
Implicaciones en el ámbito clínico
Generalmente se acepta que el diagnóstico medioambiental debe considerarse en el abordaje de las patologías pediátricas, por lo que es necesario que los sanitarios consideren específicamente el papel de los disruptores endocrinos en el desarrollo y la salud infantil(32-34). Dentro de este contexto, pediatras, ginecólogos y matronas deben ofrecer recomendaciones encaminadas a reducir la presencia de disruptores endocrinos en la alimentación y en cualquier exposición que ocurra en el día a día en las embarazadas y en los niños desde las primeras etapas de su desarrollo, enfocando la atención a la salud integral del niño y del adolescente desde una mirada global, que inevitablemente debe tener en consideración el entorno en el que el individuo es concebido, nace y se desarrolla.
Consideramos fundamental la búsqueda, mediante una anamnesis dirigida, de indicios que orienten al sanitario sobre la contribución, desde la etapa perinatal hasta la pubertad, de factores ambientales. Preguntas orientadas a la caracterización de una posible exposición de los niños a disruptores endocrinos y otros tóxicos ambientales incluyen: a) el patrón de la dieta habitual, con descripción de la presencia de productos de origen vegetal, su procedencia y tratamiento previo al consumo, el tipo de envasado de los alimentos y los materiales domésticos empleados para su procesamiento; b) las características del entorno y del interior del hogar desde el embarazo hasta la actualidad, incluida la cercanía del hogar o el colegio del niño a actividades industriales o de producción agrícola; c) el trabajo de los padres y la posibilidad de exposición ocupacional a sustancias químicas; y d) la presencia de mascotas, su tratamiento con antiparasitarios y el uso de pesticidas en interiores y exteriores. De hecho, estas son algunas de las preguntas ya recogidas en la ‘Hoja verde de anamnesis’ propuesta como instrumento para la incorporación de la evaluación ambiental en la historia clínica del niño en las unidades de salud medioambiental pediátrica(35), que tienen como objetivo vigilar y reconocer los riesgos medioambientales relacionados con la salud infantil y proporcionar información y educación, y que actualmente están presentes en España en las comunidades autónomas de Valencia, Murcia y Cataluña.
Las medidas de regulación actuales son claramente ineficientes para proteger la salud infantil frente a los disruptores endocrinos, y es necesario que las administraciones locales y los gobiernos incrementen las restricciones de uso de sustancias potencialmente dañinas y fomenten los sistemas de producción alimentaria sostenible y saludable. Los datos presentados en la figura 1 son una prueba clara de este fracaso regulador. A este respecto, la estrategia ‘De la granja a la mesa’ del Pacto Verde de la Unión Europea, que tenía por objeto incrementar la sostenibilidad y la seguridad alimentarias, proponía, entre otros objetivos, reducir al 50% el uso de pesticidas antes de 2030, pero tal regulación ha quedado en suspenso por el momento hasta la constitución del nuevo Parlamento Europeo. Mientras que se establecen medidas más estrictas para el control de los compuestos químicos, el profesional sanitario debe actuar preventivamente favoreciendo los cambios en los hábitos de vida de las familias, informando sobre riesgos, y aconsejando sobre el empleo de productos y materiales que suponen una mayor exposición a disruptores endocrinos. Ésta es una responsabilidad que no debe obviar. |
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