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Rev Esp Endocrinol Pediatr 2015;6 Suppl(1):45-52 | Doi. 10.3266/RevEspEndocrinolPediatr.pre2015.Apr.283 | |||||||||
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Disforia de género en infancia y adolescencia: Guía de práctica clínica | |||||||||
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Gender dysphoria in childhood and adolescence: Clinical Practice Guide | |||||||||
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Sent for review: 24 Mar. 2015 | Accepted: 24 Mar. 2015 | Published: 6 May. 2015 | |||||||||
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Felipe Hurtado-Murillo | |||||||||
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Unidad Multidisciplinar de Atención a la Transexualidad de la Comunidad Valenciana. Departamento Sanitario Doctor Peset de Valencia. Conselleria de Sa. Centro de Salud Sexual y Reproductiva “Fuente San Luis” de Valencia. Valencia (España) | |||||||||
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Correspondence:Felipe Hurtado-Murillo, Unidad Multidisciplinar de Atención a la Transexualidad de la Comunidad Valenciana. Departamento Sanitario Doctor Peset de Valencia. Conselleria de Sa, Centro de Salud Sexual y Reproductiva “Fuente San Luis” de Valencia, Arabista Ambrosio Huici, 30, 46013, Valencia, España E-mail: felipehurtadomurillo@gmail.com | |||||||||
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Definición La transexualidad es definida como una manifestación persistente de discordancia personal entre el sexo asignado al nacimiento (genético, gonadal, genital y morfológico) y sexo/género sentido. Como consecuencia de la discordancia la persona experimenta un sentimiento de profundo rechazo hacia las características sexuales primarias y secundarias de su sexo biológico y busca adecuar su cuerpo mediante tratamientos hormonales y quirúrgicos para corregir su apariencia y conseguir vivir y ser tratada socialmente arreglo al genero sentido y deseado (1), solicitando con posterioridad rectificar la identidad registral del sexo con el fin de legalizar el nuevo sexo y nombre en sus documentos. Epidemiología Las estimaciones de la prevalencia varían de forma considerable (2). En Europa los estudios más recientes son el escocés que estima una prevalencia del 1:12.225 habitantes (3), el holandés 1:11.900 varones biológicos y 1:30.400 mujeres biológicas (4) y el inglés (5) que asume una incidencia de 3 por cada 100.000 habitantes mayores de 15 años. En España la prevalencia se sitúa en 1:9.685 a 1:21.031 varones biológicos y de 1:15.456 a 48.096 mujeres biológicas (6-8). En base a estos datos (tabla 1) el cociente de transexuales femeninos (THM) y transexuales masculinos (TMH) se sitúa entre 4:1 y 2:1. Tratamientos para la reasignación sexual El abordaje del tratamiento en esta población tiene que hacerse en equipos multidisciplinares por expertos. El protocolo del proceso de tratamiento que tiene más aceptación entre los distintos equipos de tratamiento está basado en los estándares asistenciales propuestos desde la década de los años 80 por la entonces Asociación Internacional de Disforia de Género “Harry Benjamín” (HBIGDA) (9), en la actualidad se la conoce como Asociación Mundial de Profesionales para la Salud Transgénero (10). Esta asociación aprueba unos estándares de tratamiento que se revisan periódicamente y sirven de guía asistencial, siendo presentada la última versión en 2011 (7ª versión). El protocolo del proceso transexualizador contempla tres fases importantes (terapia triádica: psicológica, hormonal y quirúrgica), siendo la fase inicial de diagnóstico y psicoterapia, si se precisa, la que establece unos criterios específicos de eligibilidad y otros adicionales de disposición que deben cumplirse antes de iniciar la hormonación y las cirugías. La evaluación psicológica desde la fase inicial del diagnóstico hasta el seguimiento postquirúrgico es básica y fundamental, debiendo hacer diagnóstico diferencial con el travestismo fetichista, travestismo no fetichista, la orientación sexual egodistónica, el trastorno de la maduración sexual, el trastorno por aversión al sexo y con los trastornos sexuales y de identidad no especificados (11). Un diagnóstico equivocado es un factor predictivo de arrepentimiento posterior tras el tratamiento de reasignación sexual y de la evolución posterior (9). Los datos de las investigaciones apuntan que la presencia de disforia de género no implica necesariamente la existencia de otros trastornos mentales, ahora bien muchos adolescentes transexuales experimentan problemas psicosociales y de salud mental que, con probabilidad, son debidos a los desafíos con los que se tienen que enfrentar para ser aceptados socialmente. Los problemas psicosociales incluyen el rechazo familiar, el rechazo de iguales de edad, el acoso, posibles abusos, los problemas legales, ausencia de apoyo económico para los tratamientos y los problemas escolares (12,13). La intervención psicoterapéutica durante la fase hormonación es de apoyo psicológico para llevar a buen término el proceso de experiencia de vida real. Los criterios para pasar a la fase quirúrgica genital no solamente exigen más de un año de tratamiento hormonal, sino también haber vivido de forma satisfactoria con el rol de género sentido a un nivel alto de satisfacción. El apoyo psicológico durante esta fase consiste en entrenar habilidades para el control de la ansiedad anticipatoria pre-quirúrgica y en pautas de control emocional. Tras la cirugía de reasignación genital es preciso, por la especial vulnerabilidad que viven, apoyar con estrategias de afrontamiento y psicoeducación para el manejo y solución de situaciones o problemas cotidianos a nivel personal, social, de relación de pareja y sexual. Las familias de los jóvenes transexuales juegan un papel clave mediante el apoyo y la amortiguación de los problemas a los que se tienen que enfrentar. También los miembros de la familia tienen que realizar su propio proceso de ajuste y adaptación a las manifestaciones de sus hijos e hijas transexuales. Pueden obtener ayudas adicionales de asociaciones de familias con hijos e hijas transexuales. Necesidad de diagnóstico y tratamiento por profesionales especializados en equipos multidisciplinares La discordancia entre la identificación de género sentida y el sexo asignado y de crianza, produce un sentimiento disfórico que puede manifestarse en diferentes grados de intensidad en cada persona y momento vital (14). Diversas publicaciones sostienen que una gran mayoría de casos se inician a edades muy tempranas y, si la identidad de género está perfectamente consolidada, no hay motivos para esperar hasta la mayoría de edad para iniciar el tratamiento hormonal y quirúrgico (15). En la actualidad es imposible realizar el diagnóstico de transexualidad o disforia de género basándose en criterios objetivos. La manifestación del sentimiento de identidad sexual/identidad de género se realiza a partir de entrevistas clínicas por métodos psicológicos basados en criterios diagnósticos establecidos (14,16). Por consiguiente, el diagnóstico depende de la información suministrada por los propios transexuales y/o por la familia y el entorno, que en ocasiones es sesgada con o sin intencionalidad. Durante muchos años los protocolos internacionales (17) indicaban en los criterios asistenciales que no se deberían iniciar tratamientos irreversibles ni hormonales ni quirúrgicos en personas transexuales hasta que no se hubiera alcanzado la mayoría de edad, a pesar de que un número amplio de transexuales venían manifestado una identidad persistente desde la infancia y un sufrimiento psicológico evidente que se incrementaba con la aparición de los signos puberales. Hoy día, en cambio, hay equipos de tratamiento que defienden que se debe iniciar el proceso terapéutico durante la etapa puberal, habiendo una diagnóstico claro de persistencia y habiendo vivido el adolescente las primeras etapas puberales en su sexo biológico, con el fin de disminuir el sufrimiento psicológico, mejorar la aceptación social y mejorar el resultado estético en el aspecto del sexo deseado (18). La disforia de género en infancia y adolescencia son condiciones complejas y asociadas a intenso malestar, siendo por ello que es de suma importancia la detección precoz y el tratamiento integral, ya que con ello se mejora la calidad de vida, disminuye la comorbilidad mental y la disforia de género (17). Sin embargo, es preciso tener en cuenta los datos de persistencia (tabla 2), éstos indican que aunque hay una gran variabilidad que va desde el 27% al 95%. Una tasa significativa de niños/as prepuberales que dicen sentirse del sexo contrario al de nacimiento, no seguirá experimentado la disforia de género en la adolescencia (15,19-24), dificultando con ello el establecimiento de un diagnóstico definitivo en la adolescencia (25). Dentro del diagnóstico diferencial es de suma importancia descartar a niños, niñas y adolescentes cuya conducta simplemente no encaja en el estereotipo cultural de masculinidad o femineidad (géneros raros o variantes de género y travestis) así como aquellos que presentan trastornos de la diferenciación sexual (intersexos). Dadas las consecuencias irreversibles, parcial o totalmente, de los tratamientos hormonales, es absolutamente necesario realizar un cuidadoso diagnóstico y una evaluación exhaustiva individualizada en Unidades especializadas. El diagnóstico debe ir apoyado por un seguimiento riguroso y continuo del menor y de su familia con el fin de asesorar durante el proceso de construcción de la identidad de género sentida (26). El profesional que realiza el diagnóstico tiene que tener una buena formación en psicopatología del desarrollo en la infancia y adolescencia y ser competente en el diagnóstico y tratamiento de problemas mentales, además de ser un amplio conocedor de la disforia de género (10). Para poder incrementar la certeza diagnóstica y planificar de forma más adecuada la intervención, la evaluación debe ser multi y pluridimensional (27) y el profesional deberá tener instrumentos y conocimientos necesarios para seleccionar cuidadosamente a los candidatos más adecuados que se puedan beneficiar de los tratamientos precoces que demoran la pubertad (28) o proponer otras alternativas terapéuticas que contemplen el abanico de posibilidades de las distintas expresiones de género o recomendar una intervención específica si hubiera una trastorno psiquiátrico (10). Tratamiento en adolescentes Los Estándares Asistenciales (EA) de la Asociación Mundial para los Profesionales de la Salud Transgénero constituyen un referente utilizado internacionalmente por los profesionales que tratan a las personas con disforia de género. Las cuatro primeras versiones, publicadas en 1979, 1980, 1981 y 1990 no incluían la reasignación sexual hormonal y quirúrgica en la adolescencia, solamente a personas mayores de edad legal o a personas declaradas por un tribunal como adultos legalmente (menores emancipados) (29). Es a partir de la quinta versión cuando empiezan a ser mencionados los adolescentes como subsidiarios de tratamiento hormonal, estableciendo que sólo en casos excepcionales era recomendable la administración de hormonas a menores de 18 años, requiriendo un mínimo de seis meses de intervención del profesional de salud mental con el adolescente y la familia para iniciar terapia hormonal (30). La sexta versión (17) establece que los adolescentes pueden ser elegibles para recibir hormonas que demoran la pubertad, recomendando que se haya llegado hasta el estadio II de Tanner y también pueden ser elegibles para iniciar tratamiento hormonal cruzado a los 16 años preferiblemente con consentimiento de padres. En la séptima y última versión (10), se permite realizar intervenciones hormonales en personas con disforia de género a edades tempranas, sin indicaciones de tiempos mínimos de intervención del profesional de salud mental. Por consiguiente, el tratamiento hormonal en adolescentes es bastante reciente y está siendo aplicado en la última década en distintas Unidades especializadas (25,28). 1- Frenación puberal con agonistas (análogos de las gonadotropinas GnRH) Esta fase es totalmente reversible. Los criterios de elegibilidad para la supresión puberal requieren:
Es necesario explicar al adolescente y a la familia que la supresión puberal no implica que más adelante se llevará a cabo el tratamiento hormonal cruzado. Durante los años que se realiza la supresión puberal el adolescente deber seguir consultas psicológicas de seguimiento de forma regular, con el fin de evaluar los sentimientos sobre la transición, asegurar la decisión y enfrentarse de forma adecuada a los cambios en el rol de género deseado (test de vida real). Si el/la adolescente sufre de algún problema de salud mental pero el tratamiento de ese trastorno es adecuado, asegurando que el diagnóstico y el tratamiento de la disforia de género no es indebidamente perturbado, pueden ser elegibles para la supresión puberal. Dilemas sobre realizar frenación puberal mediante gonadotropinas El tratamiento de los adolescentes con disforia de género ha recibido una variedad de críticas (32,33). Argumentos a favor
Argumentos en contra Las preocupaciones de los profesionales que desaprueban dicha intervención se centran en el riesgo de equivocarse en la decisión y que realizar supresión puberal antes del estadio 4 o 5 de Tanner es médicamente inseguro.
Optar por la supresión puberal les permite a los adolescentes tener una apariencia que les posibilita vivir sin obstrucción el rol del género deseado y eliminar los potenciales daños psicológicos de la estigmatización. Evidentemente, aunque los efectos de la supresión puberal han sido probados en un número amplio de adolescentes y sus resultados son prometedores, es necesario valorar los efectos de este tratamiento a más largo plazo y replicar los resultados en otros centros de tratamiento (15). 2-Tratamiento hormonal cruzado En el protocolo holandés, los/as adolescente con disforia de género son elegibles la primera etapa de la reasignación sexual cuando han alcanzado la edad de 16 años (18). Esta edad ha sido elegida porque tanto en Holanda como en muchos países los jóvenes son considerados capaces para tomar decisiones médicas con independencia, aun así es preferible tener el consentimiento de sus padres o tutores legales. Para iniciar el tratamiento hormonal cruzado han de cumplir los mismos criterios que se exigen para la supresión puberal, excepto el criterio del estadio de Tanner. Aunque muchos jóvenes habrán realizado la transición social, es un criterio necesario de cumplimiento que realicen el cambio al rol de género deseado tan pronto como el comienzo de la hormonación cruzada es iniciada. Este requerimiento es exigido debido a que tan pronto como comienzan este tratamiento, las características sexuales secundarias del género deseado empiezan a ser visibles para los demás. Esta fase es parcialmente reversible. La administración de estrógenos y antiandrógenos en transexuales femeninas induce el crecimiento del pecho (irreversible), cambios en la distribución de la grasa corporal (reversible), disminución del pelo facial y corporal (reversible), disminución de la masa testicular, del tamaño del pene y de fertilidad (irreversible). La administración de testosterona en transexuales masculinos induce el agravamiento de la voz y el crecimiento del clítoris (irreversibles), aumento de vello facial y corporal, cese de las menstruaciones, redistribución de la grasa corporal y aumento de la masa muscular (reversibles). 3- Cirugías de reasignación sexual Los criterios de elegibilidad son: que los adolescentes tienen que haber alcanzado la mayoría de edad, que las fases anteriores se han consolidado con un diagnóstico claro y persistente de disforia de género y la transición social ha sido exitosa. Las transexuales de mujer a hombre que llegaron a tener algún desarrollo del pecho precisan mastectomía. También precisan de histerectomía y ovariectomía y si desean tener genitales masculinos precisan vaginectomía y metaiodioplastia o faloplastia. Los transexuales de hombre a mujer suelen necesitar aumento de pechos con prótesis mamarias (mamoplastia), penectomía parcial con vaginoplastia. Si comienzan la frenación puberal a temprana edad a menudo no tienen suficiente piel del pene para realizar la clásica vaginoplastia y necesitan procedimientos de ajustes usando tejido del colon. Esta fase es totalmente irreversible. | |||||||||
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